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El juguete más peligroso de la historia: un laboratorio nuclear que tenía uranio real

Muchos adultos recuerdan con cariño el Quimicefa, un kit de experimentos científicos para niños que causó furor en los años 80. Si bien aún hoy se vende este juguete, la versión moderna no tiene nada que ver con aquella original que provocó más de un accidente doméstico, alguno tan grave que acabó con dos amigos sufriendo quemaduras de segundo y tercer grado.

AQUI EL VIDEO

Sin embargo, el Quimicefa no es el juguete más peligroso que se ha vendido: si te parece extremo que los niños jugaran con azufre, te estremecerá saber que hubo un tiempo en que se vendía un auténtico laboratorio nuclear para niños. ¡Con su uranio y todo!


El kit de laboratorio de energía atómica Gilbert U-238 fue producido por el empresario estadounidense Alfred Carlton Gilbert y distribuido por su empresa, la A. C. Gilbert Company, con el fin de enseñar a los niños las maravillas de la ciencia nuclear a través de 150 experimentos.

Se trataba de un auténtico laboratorio en miniatura al que no le faltaba nada: venía con una cámara de niebla para ionizar partículas, un espirariscopio para observar átomos en descomposición, un electroscopio para detectar cargas eléctricas en el cuerpo y un contador Geiger para medir la radiación. Además, incluía varias fuentes de radiación beta-alfa, beta y gamma y cuatro contenedores con menas de uranio.


Presentado en un coqueto maletín, el kit venía con un manual de instrucciones en formato cómic, con personajes infantiles y un perrito, y un libro que enseñaba a los niños a hacer prospecciones de uranio.


A pesar de que el fabricante aseguraba que el juguete era totalmente seguro, el manual advertía que jamás se debían sacar las muestras de mineral de sus frascos por el riesgo de esparcir material radiactivo por la habitación.


Este particular juguete sólo estuvo a la venta durante los años 1950 y 1951 y apenas se vendieron 5,000 unidades. Sorprendentemente, la razón de su escaso éxito no tuvo nada que ver con la reticencia de los padres a que sus hijos jugaran con materiales radiactivos: el problema real era su elevado precio, 50 dólares de la época, que equivalen a unos 520 dólares de hoy.

Según explica Voula Saridakis, curadora del Museo de Ciencia e Industria de Chicago, es cierto que el kit emitía cantidades pequeñas de radiación, pero con todo no parece una buena idea animar a los niños a mantener esas muestras cerca de su cuerpo durante todo el día.


En la actualidad, con todas las leyes de protección de la infancia que están en vigor, sería impensable encontrar un juguete de estas características en el mercado y el laboratorio de Gilbert ha quedado como una sorprendente anécdota para la posteridad.


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